domingo, 6 de febrero de 2022

VICENTA JIMENO, LA PRIMERA MÁRTIR DE LA LIBERTAD

 

Fuente: «Los mártires de la libertad española», de Victoriano Ameller y Mariano Castillo, Tomo I, Madrid-1853, págs. 290-298.

Durante la Primera República, y tras votarse que fuera una República Federal el 8 de junio de 1873, los colegios públicos de El Puerto de Santa María (Cádiz) cambiaron sus nombres, la mayoría católicos, por los de insignes repúblicos y mártires de la libertad (Guillén Martínez, Sixto Cámara o Abraham Lincoln). En el caso de los colegios de niñas, el de Nuestra Señora del Rosario en el ex-convento de San Agustín llevó el nombre de «Mariana Pineda», muy conocido por todos, pero el otro, el que estaba situado en el Hospitalito, el de la Inmaculada Concepción, se le llamó Colegio de niñas «Vicenta Jimeno»1. Quizá, el primer día de clase del curso 1873/74, a las niñas portuenses del popular «Barrio alto», su maestra Ana Rodríguez de Acevedo les contó esta historia…


¿Os acordáis de Carlos I de España y V de Alemania, que fue emperador desde 1520? ¿Sí? Pues en esa época, ya entrada en la Edad Moderna, y un año antes de las revueltas emprendidas por los Comuneros de Castilla, se inició en Valencia la considerada como la primera revolución social de occidente. Se conocieron como las Germanías (o hermandades, pues germà significa «hermano» en valenciano) y comenzaron en 1519 como una unión fraterna de los gremios de artesanos contra el despotismo feudal que ejercían los nobles.

Os voy a contar la historia de una humilde y valiente mujer que perteneció a estas Hermandades y que sufrió un cruel martirio por sus virtudes ciudadanas y su amor desmedido a la libertad y al pueblo. Toda una heroína que hay que recordar.

Vicenta Jimeno había nacido en Valencia en la céntrica calle Nuestra Señora de Gracia, hija de un modesto artesano. Los padres, por razones de conveniencia económica, la desposaron con un rico sombrerero que tenía su casa y establecimiento en la calle Zaragoza. Su marido, «hombre de malas cualidades y con quien no podía ser feliz», era un furibundo realista, así como todos los dependientes de la sombrerería. Vicenta, educada en el movimiento de las germanías y en el amor al pueblo, oía con repugnancia las conversaciones egoístas que tenían lugar en la tienda, unas veces entre los dependientes y su marido, y otras veces en boca de las autoridades y poderosos del bando nobiliario que allí concurrían a proveerse de géneros. En varias ocasiones, no pudiendo ya sufrir en silencio los insultos groseros que proferían, reconvenía a su marido incomodada de que se hablase mal de las gentes del pueblo y que se aplaudiesen las barbaridades que consentían y mandaban ejecutar el gobernador Luis de Cabanillas y el juez mayor Hernando de Torres.

- Los nobles -decía un día un sirviente de la sombrerería- son gente muy buena, y si no fuera por ellos nuestro establecimiento no tendría tanta reputación y tanto beneficio. Yo perdería la vida por salir en su defensa contra sus enemigos que son unos canallas.

- Es verdad, mi amo -añadía otro dependiente-, esas gentes que tanto critican a la nobleza son de miserable catadura.

- Esta mañana -decía otro- los alguaciles han cogido en la plaza a uno protestando, y antes de que llegue la noche, sin que lo sepan sus parientes que habitan en el arrabal de Ruzafa, pagará con la vida, pues el señor Cabanillas ha mandado que lo ahorquen en seguida.

- ¿Y por qué protestaba? -interrumpió Vicenta, interesándose por la suerte del infeliz y comprendiendo que acaso fuese inocente.

- Decía mil improperios contra un señor noble porque anoche pegó de palos a su hijo, y por cierto que hizo bien, porque no debía permitir que le faltase al respeto pidiéndole de mala manera una pequeña suma de dinero que le debía.

- Pero si se la debía, ¿por qué no la había de pedir? -replicaba Vicenta-. Acaso se la reclamaría incomodado por no poder conseguir que le satisficiera la deuda, y entonces es una tropelía el querer privar de la vida a su padre. ¡Qué cosa más natural que en lance semejante el padre defienda al hijo contra el despotismo de los nobles!

El sombrerero atendía con insufrible intolerancia las frases de sus esposa, y exclamaba furioso:

- Calla, Vicenta, deja que le ahorquen; ¿a ti qué te va ni te viene para meterse en eso? ¡Que le lleve el diablo!...un escarmiento más para ese insolente populacho.

- Es extraño que así te expliques, pues tu mismo no eres noble.

- ¡Pero son los nobles los que me dan de comer!

- ¿Y por eso alabas de esa forma sus injusticias?

- ¡Calla, te digo otra vez, Vicenta, no me importunes con tus réplicas!

Llorosa e indignada salía Vicenta de la tienda exhalando suspiros y diciendo para sí: «¿por qué, Dios mío, hemos de sufrir en Valencia tantos ultrajes de esos nobles pervertidos que ni trabajan ni son útiles a la sociedad? Todos los días pegan, todos los días matan, todos los días ahorcan, todos los días sacan tributos… Pueblo valeroso, ¿a qué esperas para rebelarte?

Episodios como este se sucedían con frecuencia entre ambos esposos y la convivencia dejó de ser pacífica. Enterados los padres de los continuos desencuentros y discusiones, acordaron el divorcio y Vicenta se marchó a la casa paterna en la calle Nuestra Señora de Gracia, llevándose consigo un niño de cinco años, fruto del matrimonio con el fabricante de sombreros.

El nuevo domicilio de Vicenta era el foco de la Germania: allí vivía no solo Vicente Peris, terciopelero y comandante en jefe militar de los agermanados, sino casi todos los pelaires o cardadores de lana de Valencia, que eran mayoría entre los rebeldes, y de sus labios no salían otras palabras que «¡viva la libertad!» y «¡abajo los tiranos!». De modo que Vicenta pudo entregarse libremente a sus hermosos sueños, recreándose en la contemplación del bello porvenir que auguraba a Valencia.

Desde que el pueblo había obtenido del emperador Carlos la autorización de armarse ante las incursiones de los piratas moriscos, muchos lo habían hecho para acudir a los rebatos que cada vez eran más frecuentes, porque cada injusticia y tropelía que cometía un noble, no era ya sufrida en silencio, sino que producía una llamada de alarma en el pueblo, y el ambiente reflejaba una próxima insurrección, pues ya miraban con profundo respeto a los jefes del pueblo que muy pronto exigirían el respeto a su dignidad y la concesión de sus derechos usurpados.

Cuando Vicenta veía pasar por la calle a uno de esos artesanos, jefes populares de gran prestigio, se alborozaba su corazón, se ponía en movimiento y avisaba a las vecinas, sacando al balcón a toda su familia y los aclamaba con todo su entusiasmo: «¡Ahí pasa Guillem Sorolla, ahí pasa Vicente Peris; Dios dé buena ventura a los defensores del pueblo concediéndoles una completa victoria contra los pícaros nobles; bendecidlos, vecinos, que son liberales y defienden nuestra causa!».

Entregada ya a su idea política, en las fiestas del barrio y en las conversaciones de calle, no descansaba ni un momento excitando el patriotismo de las mujeres y alentando a los hombres a que se sumaran al levantamiento que habría de librar a Valencia del fiero despotismo que sufría.

Un día pasaron por su calle los últimos nobles que en la ciudad habían quedado, y al verlos cuando estaba vistiendo a su hijo, lo tomó en brazos, y sacándolo al dintel de la puerta, le dijo que mirara a los que estaban pasando.

- ¿Por qué he de mirar , madre? -respondió sencillamente el niño.

- Porque así podrás ver cómo son los nobles, a fin de que cuando seas mayor puedas decir que un día viste a alguno, pues ya no verás a ninguno más.

Cuando ya estaba nombrada la Junta de los Trece que gobernaba a las ciudades donde se habían establecido las Germanías, un suceso sirvió de motivo para el levantamiento del pueblo, cumpliendo así los deseos de Vicenta: Se estaban llevando a un humilde artesano al suplicio sin juicio ni proceso de ningún tipo, como a cada momento sucedía, y el pueblo, puesto en armas, lo arrebató a la justicia, dejándolo libre y comenzando así un terrible combate que no culminó hasta que el pueblo se hizo dueño de la ciudad de Valencia.

Vicenta Jimeno participó en la lucha, y con la valentía y decisión que había demostrado ese día, llegó a ser conocida en la ciudad de Valencia como una hermana que proporcionaba una ayuda prodigiosa a la causa del pueblo. Todo el mundo se complacía de verla y conocerla. En todas partes la saludaban con veneración; siempre iba seguida de un séquito numeroso, porque convertida de repente en tribuno, puede decirse que jamás se había oído a una mujer hablar más sentidamente a los corazones populares, ni hacerlo con una expresión más dulce ni más persuasiva. Apresurábanse a oírla las gentes, y los jefes del partido popular también le pedían consejo en algunos asuntos importantes: así es como la sencilla y humilde Vicenta Jimeno ocupó un puesto privilegiado en aquellos asombrosos sucesos.

Jamás salía una expedición de agermanados a guerrear contra los realistas sin que la heroína fuese a despedirlos, a animarlos, a infundirles valor y lealtad, y a recordarles que de sus esfuerzos dependía el bien del país, la libertad del pueblo, la justicia de todos. Eran escenas para las que no hay palabras...Vicenta daba consejos para soportar las fatigas de la guerra, y mientras, ella, se quedaba esperando los combates que tendrían lugar en la ciudad. Su aspecto de resolución y la osadía de su lenguaje incisivo encendía los corazones de los agermanados, que a continuación marchaban vibrando a defender los santos fueros del pueblo.

Con las noticias de cada triunfo popular, aparecían los balcones de Vicenta colgados de tapices y ornados de luces por la noche. Vicenta le contaba a su hijo todos los detalles de la guerra que estaban librando, especialmente las acciones más atrevidas, explicándole cuanto pasaba con reflexiones morales que lo encaminasen a ser esclavo de la virtud y de las leyes, pero jamás sumiso a la tiranía ni a los tiranos. Aunque esposa infortunada, Vicenta era cada día una madre más feliz y una ejemplar ciudadana.

Era de suponer que al finalizar el alzamiento popular fuese inmolada en represalia por su activa y destacada participación, y aun cuando lo ya hecho era bastante motivo para atraerse la feroz enemistad de la nobleza, el siguiente suceso acrecentó aún más sus iras, y constituyó el colmo del heroísmo en la defensa de las germanías.

Tras la sonora victoria del ejército de Peris sobre las tropas de virrey Diego Hurtado de Mendoza en el verano de 1521, el movimiento popular fue perdiendo la iniciativa y Vicente Peris se atrevió a realizar una última acción para reavivar las Germanías. Entró en Valencia y se acomodó en su casa dispuesto a emprender la batalla en su propio barrio, con su gente. Allí se librará una de las últimas batallas del movimiento popular buscando que los rayos del sol de la libertad siguieran alumbrando la ciudad de Valencia. Enfrente tenían a los ejércitos del marqués de Cenete, hermano del virrey, que estrechó el cerco sobre el barrio de Peris y de Vicenta Jimeno.

Los balcones y azoteas de la calle de Nuestra Señora de Gracia se presentaban llenos de gentes, mujeres, ancianos y algunos niños, que se disponían a animar a los agermanados y a lanzar objetos a los imperiales para ayudar en la lucha. Sin embargo, las tropas del marqués no dejaban de avanzar por la larga y estrecha calle, con las balas y los dardos cruzando los aires; el humo de la pólvora empañando el aire; y las voces y gritos multiplicándose. La valerosa Vicenta Jimeno, colocada en el balcón de su casa, expuesta al plomo de los realistas, exhortaba a las fuerzas populares con una elocuencia extraordinaria para que no desmayaran. Aquella voz sonora parecía la de un ángel en medio de las tinieblas. Pero no conseguía su propósito y el pueblo seguía retrocediendo sumido en una gran confusión.

El hermano del virrey de Valencia emprendió un nueva ofensiva y ya estaba pasando por debajo de las ventanas de Vicenta, cuando, sin pensarlo dos veces, cogió un tiesto de claveles y lo tiró con rabia sobre el marqués, con tal acierto que allí cayó tendido como muerto, teniendo que llevarle los suyos a una casa inmediata para curarle las heridas que había recibido en la cabeza. En ese momento, Vicenta no dudó en bajar a la calle y animar al pueblo para que aprovecharan el momento de desconcierto y lanzaran un nuevo y definitivo ataque. Pero ya era tarde; los agermanados no se habían apercibido de la acción de la joven heroína y se dispersaron por las calles cercanas replegándose.

El intento de Vicenta fue infructuoso y poco después fue hecha prisionera entre la ferocidad de la soldadesca y conducida a la cárcel en medio del maltrato y de los mayores insultos proferidos por la chusma realista. Aquella noche la pasó en capilla preparándose para el cadalso.

Al alba del día siguiente, sacaron de la cárcel a Vicenta, que apenas había cumplido los treinta años, y entre una ruidosa escolta de soldados la llevaron a la Plaza del Mercado para ejecutarla. Sin embargo, después de exponerla ante la multitud, la condujeron a su propia casa. ¡Oh, bárbara crueldad de los reaccionarios! Las escaleras del patíbulo fueron las escaleras de la casa paterna; la horca que iba a sostener el cuerpo de la heroína fue colocada en la misma ventana donde arrojó la maceta que hirió al caudillo enemigo. El verdugo la estranguló y su cuerpo quedó colgando de la ventana a la vista del vecindario lloroso y horrorizado. Era el 3 de marzo de 1522.

Vicenta murió sin temblar, sin pedir clemencia ni mostrar debilidad y las lágrimas que salieron de sus ojos camino del suplicio fue por la memoria de su hijo, manifestándolo así terminantemente, ¡que no se creyera que las vertía por flaqueza o arrepentimiento! Su cuerpo no fue descuartizado y expuesto después de muerta por razón de ser mujer; horror inhumano que si sufrieron Peris y sus agermanados al ser ejecutados. ¡Que las mujeres odien a la tiranía como lo hizo Vicenta e inculquen en la infancia sus ideas de libertad, de justicia y de bien público! ¡Que su espíritu y constancia de lucha y sacrificio sirvan de modelo para sufrir los golpes inevitables de la tiranía!


Texto basado y adaptado de:

- «Panteón de los mártires españoles sacrificados por la libertad y la independencia. Tomo I», de Luis Cucalón y Escolano. Imprenta de Manuel Álvarez, Madrid-1848, págs. 345-347.

- «Los mártires de la libertad española», de Victoriano Ameller y Mariano Castillo, Tomo I, Madrid-1853, págs. 290-298.

 

1Juan Gómez Fernández, «Formar hombres de bien: La enseñanza en el Puerto de Santa María en el siglo XIX»-Universidad de Cádiz-2006, pág. 50.

miércoles, 16 de septiembre de 2020

AMALIA DOMINGO SOLER, ESPIRITISTA Y LIBREPENSADORA

 


Amalia nació en Sevilla en noviembre de 1835. Huérfana de padre, al poco tiempo contrajo una enfermedad que la dejó prácticamente ciega de por vida. Su madre, con todo el amor y perseverancia del mundo, la enseñó a leer y escribir, de tal forma que a los diez años ya escribía poesías.

Esta fortaleza y constancia la convirtieron en una mujer extraordinariamente sensible y con una gran determinación. Siempre fue una luchadora por los derechos femeninos.

Con apenas 18 años publicó su primer poema en el periódico «instructivo y literario» El Águila (Sevilla), y a partir de entonces lo seguirá haciendo de forma ininterrumpida en otras revistas de Córdoba, pero sobre todo de Madrid y Barcelona. Aunque se quiera destacar solo su faceta espiritista, es evidente que Amalia tendrá una marcada visión social y política desde joven, puesto de manifiesto en la noticia aparecida en La Nación (Madrid) en 1868 donde se afirmaba que había recibido muchas felicitaciones por sus excelentes artículos contra la pena de muerte. La Crónica de Cataluña y el Diario de Tarragona -decía la nota- insertaban una de ellas firmada por uno de sus admiradores y el diario se sumaba a la enhorabuena.

En el verano de 1876 se trasladará al barrio de Gracia (Barcelona), tras su paso por Madrid, Alicante y Murcia, convertida ya en una notable escritora espiritista, habiendo destacado sobre todo en la revista espiritista de Alicante La Revelación, a partir de 1873. Había sido invitada por la sociedad espiritista La Buena Nueva, que le proporcionaba también alojamiento y medios de vida. Desde entonces pertenecerá a esta sociedad, siendo su presidenta muchos años hasta su muerte.

En el barrio de Gracia de Barcelona se unirá a los círculos librepensadores y a los grupos espiritistas más progresistas, fundando su propia revista La Luz del Porvenir en mayo de 1879, que fue prohibida por un artículo suyo aparecido en su primer ejemplar, «La idea de Dios», aunque se siguió editando con la cabecera de El Eco de la verdad.

Mucho se ha hablado y escrito sobre la espiritista Amalia Domingo, y no es para menos pues, por ejemplo, entre 1880 y 1884 fue una asidua colaboradora de los diarios barceloneses La Publicidad y El Diluvio, en los que explicó y divulgó los fundamentos del espiritismo, obteniendo una importante fama como escritora anticlerical. También es llamativo que en septiembre de 1888 ocupara una de las vicepresidencias en el Primer Congreso Internacional Espiritista que se celebró en Barcelona, siendo la única mujer con tal cargo. Pero, por el contrario, apenas se ha mencionado y subrayado su faceta librepensadora y feminista. Este el objetivo de estas breves líneas.

Como la mayoría de las librepensadoras feministas de su época, Amalia volcará todo su afán de emancipación y de igualdad en la faceta instructiva, convencida de que la educación de la niña y la mujer, al margen de la influencia eclesiástica y basándose en la Razón y en la Ciencia, era la base de su liberación. En octubre de 1880 se adhería a título individual al Primer Congreso de Amigos de la Enseñanza Laica celebrado en Barcelona, y dos años después, en noviembre de 1882 daba una conferencia en el Centro de Lectura de Gracia (Barcelona) sobre la «Educación y la Instrucción de la mujer». Amante y defensora de la enseñanza laica, fundó también un colegio laico de niñas en su centro espiritista de La Buena Nueva. El momento culminante quizá fuera cuando se convirtió en una de las patrocinadoras de la idea de celebrar una Fiesta Laica en Barcelona. Allí se unió a Odón de Buen, Fernando Lozano -director de Las Dominicales-, Rispa y Perpiñá, y otros centros y logias de Barcelona en la defensa de la escuela laica y racionalista. Fue en agosto de 1892 y participarían quince escuelas de niñas y de niños, con sus maestros y maestras, entre ellas las hermanas Antonia y Julia Aymá, maestras de las escuelas laicas sostenidas por la sociedad «Gutemberg». Y para terminar, por no ser más exhaustivos, en junio de 1893 participaba en una fiesta de escuelas laicas en el Teatro «Lope de Vega» de Barcelona, junto a librepensadores y maestras laicas, donde coincidió con Ángeles López de Ayala.

Muchas mujeres lectoras de Las Dominicales del Librepensamiento vieron cómo una de las primeras en adherirse a la figura de Rosario de Acuña fue Amalia Domingo Soler. Se publicó el 1 de febrero de 1885, y en la carta decía llevar más de quince años escribiendo en la prensa librepensadora y que era seguidora de su obra literaria, pero la carta de Rosario de Acuña donde se adhería al librepensamiento era lo que más le «había complacido». Quería ponerse en contacto con ella, porque «sois un genio, y los genios se asemejan a los soles, que con su calor vivifican». Le anunciaba que publicaría la carta de Rosario en su revista La Luz del Porvenir, como así hizo, y le ofrecía su más «sincera amistad». A partir de ese momento, Rosario de Acuña fue una colaboradora asidua de la revista espiritista, aunque nunca se reconoció partidaria de esos ideales.

Amalia equiparaba la prensa espiritista, donde sí había estado colaborando muchos años, con la librepensadora, formando desde siempre en las filas del espiritismo progresivo y librepensador, y a partir de ese momento los poemas de Amalia Domingo se publicarán en Las Dominicales con alguna frecuencia.

El 7 de diciembre de 1884 se anunciaba en Barcelona un mitin de la Liga Universal de Librepensadores a celebrar en el Teatro Ribas, y solo se menciona su nombre entre los diversos oradores intervinientes, señalando con ello la gran popularidad de que ya gozaba en esos círculos de la ciudad. En febrero de 1886 presenciaba en un palco del Teatro Circo Ecuestre un mitin de la Confederación o Liga Universal de Librepensadores (entre los oradores se encontraban Cristóbal Litrán y Emilio Garriga), y una comisión de los librepensadores «se dirigió estandarte en mano a cumplimentar a la distinguida escritora librepensadora y espiritista doña Amalia Domingo». Era todo un reconocimiento como ninguna otra mujer tuvo en esa época. Al mes siguiente, la prensa volvía a situarla interviniendo en una velada artístico-literaria que organizaba la Confederación Universal de Librepensadores en su centro social de Barcelona.

La otra gran mujer librepensadora, Ángeles López de Ayala, llegó a Barcelona, procedente de Santander, a finales de 1890, y en marzo de 1892 se pudo escuchar a ambas en un mitin librepensador en el teatro Novedades, donde compartieron la tribuna con los célebresy ya mencionados Cristóbal Litrán, Josep Llunas, Emilio Garriga, etc.

Ese mismo año, en el otoño de 1892, fue nombrada delegada en representación de una sociedad espiritista de Puerto Rico para asistir al Congreso Internacional de Librepensadores de Madrid, aunque ella traspasó esta delegación en Ramón Chíes por no poder asistir. Amalia y La Luz del Porvenir se adhirieron públicamente a dicho Congreso.

Para terminar también esta relación, y así comprender el amplio marco de acción de Amalia Domingo Soler más allá del espiritismo, decir que en julio de 1893 participaba en un mitin librepensador en el Teatro Zorrilla de Gracia organizado por la Sociedad laica «Gutemberg». De nuevo intervenía junto a los ya conocidos Litrán, Garriga y Ángeles López de Ayala.

Voy a hacer un inciso porque llegará a Barcelona la tercera mujer librepensadora que marcará una época, como Amalia y Ángeles. Me refiero a la joven de 22 años, maestra y licenciada en Medicina, Belén Sárraga de Ferrero. En realidad se mudó a la capital catalana unos meses antes, pero será en 1894 cuando se una a la redacción de La Luz del Porvenir y se convierta en la mano derecha de Amalia Domingo. En ese año será la primera vez que se dejen ver en público en un acto que reseñará la propia Ángeles en Las Dominicales de 7 de diciembre de 1894. Fue con ocasión de la inauguración de las escuelas «Sócrates», de niñas y de niños. El acto estuvo presidido por Amalia Domingo Soler, y a su derecha se sentó Belén Sárraga, la maestra de la escuela de niñas de la sociedad. Además de otros oradores, leyeron trabajos ensalzando la enseñanza laica Amalia y Belén. Se estaba fraguando un movimiento de mujeres librepensadoras desde la redacción de La Luz del Porvenir.

En junio de 1895 el semanario madrileño Las Dominicales publicaba un extenso poema de Amalia Domingo titulado «El Congreso de Librepensadores de Bruselas», lo cual era su incuestionable y decidida adhesión poética.

Aprovechando la celebración de dicho Congreso en el mes de septiembre, en Barcelona se quería revitalizar el movimiento, y en agosto de 1895, con objeto de tratar la fundación de un nuevo Grupo librepensador en Barcelona, la Asociación General de Librepensadores, se celebró un mitin de propaganda en el Teatro Circo Ecuestre. Amalia era la única mujer que intervino, junto a Odón de Buen, Litrán, Llunas, Salas Antón y Baldomero Lostau Prats, que presidía el acto. Amalia Domingo leyó un trabajo sobre la misión de la mujer librepensadora.

Y poco después, el 5 de octubre, en el Círculo Republicano Progresista de Gracia se celebraba otro mitin librepensador con el mismo fin, donde entre otros oradores que no mencionaban sus nombres, intervinieron Amalia, Ángeles y Belén Sárraga. Era la primera vez que intervenían las tres juntas.

Esta Asociación General de Librepensadores no fue autorizado por el Gobernador, pero las mujeres no estaban dispuestas a tirar la toalla, y en solitario, y con el enorme impulso de Belén Sárraga, se fundó en febrero de 1896 la Agrupación Librepensadoras de Mujeres, que aunque no llegó a legalizarse y supuso la detención de Belén durante una noche, siguió funcionando como sí lo estuviera. La propia Belén Sárraga declaraba a la prensa en esos días que esta Agrupación había sido obra de Amalia Domingo, Ángeles López y ella misma. El 24 de abril en el Círculo del Progreso de Sans, se desarrolló un nuevo acto de la Agrupación femenina librepensadora donde intervinieron ellas tres, además de Odón de Buen y otros oradores.

Las mujeres librepensadoras de Barcelona pedían a gritos un periódico que las uniera y cohesionara, y Belén Sárraga no se lo pensó dos veces. El 1 de junio de 1896 fundaba y dirigía la revista La Conciencia Libre, y según la prensa1, las colaboradoras de ese primer número, y único publicado en Barcelona, fueron sus más cercanas compañeras Amalia Domingo Soler, Ángeles López de Ayala y Palmira Bruno, y las escritoras Amalia Carvia Bernal, Soledad Areales -Una Andaluza-, y María Trulls, que había conocido a través de Amalia Domingo y de La Luz del Porvenir y Las Dominicales, donde habían publicado algunos trabajos. No se sabe si en los siguientes números colaboró también Amalia Domingo, pero sí aparecía en la portada de un número extraordinario de 1 de enero de 1897 en lugar preferente, no como colaboradora, sino como «decana de las escritoras racionalistas españolas».

Un último dato que es preciso reseñar por su importancia, es que Amalia Domingo Soler fue elegida Presidenta honoraria de la Sociedad Progresiva Femenina que fundó Ángeles López de Ayala en mayo de 1898 en Barcelona. Lo fue hasta su fallecimiento en 1909.

Amalia Domingo Soler, aunque nunca quiso afiliarse a la masonería ni a ningún partido político, y a pesar de que expuso públicamente sus diferencias con el radicalismo del que era partidario Ángeles López de Ayala2, su librepensamiento de tintes pacifistas, espirituales y fraternales influyeron poderosamente en otras ilustres librepensadoras como Amalia Carvia y Soledad Areales.

Amalia Carvia, que la quería como una hermana y como una madre, escribió un artículo necrológico en Las Dominicales al tener noticia de su fallecimiento y ya resaltaba que no solo los espiritistas debían rendir tributo a Amalia Domingo, sino también toda la prensa racionalista debería haberse despedido de la ferviente librepensadora como se merecía; que Amalia Domingo no debía ser mirada únicamente «como propagandista de la creencia espírita», pues ella, como alma sensible, también «consagraba las fuerzas de su talento a todo lo que representaba progreso y bien para a humanidad».


Texto: Manuel Almisas Albéndiz


Bibliografía sobre su faceta más espiritista:

La profesora de la Universidad de Granada Amelina Correa es una de las autoras que más han ayudado a dar a conocer su figura. Entre otras obras, podemos citar:

- Correa Ramón, Amelina, «Librepensamiento y espiritismo en Amalia Domingo Soler, escritora sevillana del siglo XIX», Archivo hispalense: Revista histórica, literaria y artística, 83:254, septiembre-diciembre de 2000, 75-102. Disponible en internet: https://nanopdf.com/download/librepensamiento-y-espiritismo-en-amalia-domingo-soler_pdf

- Correa Ramón, Amelina, «Amalia Domingo Soler, una escritora en la sombra», en Domingo Soler, Amalia, Cuentos espiritistas, ed. Amelina Correa Ramón. Madrid: Clan, 2002, 7-54.

 

NOTAS:

1 El Liberal de Menorca de 17 de junio de 1896.

2Las Dominicales del 24 de febrero de 1898 (la carta-poema de Amalia Domingo) y del 27 de enero de 1898 (la respuesta de Ángeles). Como se ve, no aparecieron en orden cronológico, y debe leerse primero la crítica que le hace Amalia Domingo Soler.

martes, 8 de septiembre de 2020

SOLEDAD AREALES «UNA ANDALUZA», MAESTRA Y POETISA LIBREPENSADORA CORDOBESA


Soledad Flora Areales Romero, nació en noviembre de 1850 en la localidad cordobesa de Villaviciosa. Su padre y madre eran unos humildes maestros de instrucción primaria, que en 1870, tras el nacimiento de su décima y última hija, María, deciden abandonar la docencia e instalarse con su numerosa prole en Córdoba, montando una fábrica artesana de hacer fideos, que lleva entre toda la familia. En ese momento Soledad tiene 20 años y comenzará en la capital sus estudios de Magisterio. 

    En 1873 falleció su padre y ella como hija mayor tuvo que hacer el papel de segunda madre, preocupándose sobre todo de educar a sus hermanas más pequeñas, Concha, Carmen y María.  Aún así, Soledad terminó sus estudios en la Escuela Normal de Maestras y opositó -obteniendo el número 1- para conseguir una plaza de maestra. 

    En julio de 1877, con 27 años de edad, Soledad Areales llegó a Villa del Río (Córdoba) para encargarse de la Escuela nº 2 de niñas de la localidad. Le acompañaban sus hermanas pequeñas Carmen (10 años) y María (7 años), y su hermana Concha de 14 años a la que Soledad preparaba para su ingreso en la Escuela Normal. En Córdoba quedaron su madre y el resto de hermanos mayores.

    En esos primeros años Soledad se encargó de su escuela, de hacer de madre de  sus hermanas y aún tuvo tiempo para seguir estudiando, consiguiendo el título de Maestra Superior en 1879. Además, su hermana Concha entró en la Escuela Normal y en 1883 ya era maestra en la localidad cordobesa de Almedinilla.

    En 1887, tras la Ley de Asociaciones del primer gobierno liberal de Sagasta, y la aprobación del Sufragio Universal masculino en el siguiente bienio de Sagasta, en 1890, los republicanos cordobeses se llenaron de optimismo y energías, de forma que obtuvieron una importante victoria en las elecciones a diputados provinciales en 1890, y en las municipales de Córdoba del año siguiente obtuvieron once concejales. Este clima de euforia hizo que Soledad Areales comenzara a destacar en los ambiente republicanos y obreros de su pueblo, «saliera del armario» (como dice su biógrafa Catalina Sánchez) y diera inicio a los problemas con los caciques locales, la jerarquía eclesiástica y las beatas del pueblo.   

    Precisamente, en los primeros poemas que publica en Las Dominicales del Libre Pensamiento (Madrid),  «¡Nunca!», en el mes de junio de 1891, y «A mis detractores de ambos sexos», en el mes de noviembre del mismo año, Soledad ya se defiende de las censuras a que es sometida en Villa del Río, por no cumplir con las obligaciones católicas y por simpatizar con las ideas librepensadoras y republicanas, algo totalmente «inadmisible» para una maestra de niñas. Debido a ese ambiente enrarecido y a la persecución que sufre, estos primeros trabajos los firmará con el seudónimo «Una Andaluza».  Amalia Domingo Soler  debió simpatizar con esta mujer, ejemplo de persecución del librepensamiento, y publicó estos dos poemas en su revista espiritista y librepensadora «La Luz del Porvenir». 

    Pero este anonimato duró poco y en agosto de 1892 ya sale a luz su verdadero nombre y asociado a Villa del Río, cuando dona 5 pesetas a la organización del Congreso de Librepensadores que se iba a celebrar ese año. Y por si esto no fuera poco, su siguiente trabajo en noviembre de 1893, en recuerdo del fallecido Ramón Chíes, lo firmará como lo hará siempre a partir de ese momento: Soledad Areales (Una Andaluza).

    Las presiones continuarán y poco después hubo un intento de la Inspección educativa, aliada con el Obispado y con el alcalde,  de abrir un expediente contra ella. Soledad escribirá sobre esta persecución su poema «A Perico» (enero de 1894) y asegurará que uno de los motivos era el hecho de que colaboraba con Las Dominicales.   Esta «inicua persecución» a que fue sometida encontró un firme defensor en el diario El Porvenir de Bujalance que inició una campaña para que los padres y madres de las niñas de la escuela de Soledad acudieran en su ayuda, «pues no podían tener mejor maestra», culta e ilustrada. 

Soledad Areales comenzó a colaborar para La Luz del Porvenir con más asiduidad, hasta tal punto que en el ejemplar del 23 de mayo de 1895 escribía una carta abierta, en forma de poema,  dirigida «A mi querida amiga, Amalia Domingo Soler». Al día siguiente también se publicaba en Las Dominicales. En esta época la redactora de la revista era Belén Sárraga, motivo por el cual Soledad será una de las colaboradoras con las que contará para la revista feminista que estaba pensando publicar, y que lo consiguió en junio de 1896, La Conciencia Libre. A partir de ese momento, Soledad y Belén se convertirán en compañeras, en amigas y en casi hermanas.

La situación de la «impía» maestra de Villa del Río no fue mejorando. Los nuevos artículos en La Conciencia Libre fueron motivo de nuevos escándalos. A lo que se sumará el entierro civil de su hermana María que fallecía en mayo de 1898 como resultado de una tuberculosis intratable. Precisamente, Soledad Areales fue la artífice de que en Villa del Río se construyera un cementerio civil. El entierro laico fue un acontecimiento multitudinario, con banda de música y numeroso público proveniente de Córdoba y de otras localidades vecinas; por supuesto, de Villa del Río fueron la mayoría de los cientos de asistentes, demostrando con ello la gran simpatía que sentían hacia Soledad Areales. Por el contrario, fue un auténtico mazazo para los intolerantes y fanáticos neocatólicos del pueblo, y estaban esperando la ocasión para destruir a Soledad y apartarla de la escuela de niñas.

La ocasión llegó aprovechando el mitin que dio Belén Sárraga en Córdoba el lunes 6 de noviembre de 1899. Al ser lectivo, Soledad no pudo asistir, pero al final del acto una hermana leyó en su nombre el poema «A mis hermanos en ideas». La prensa de Córdoba ayudó a la confusión al escribir el nombre de la maestra que subió a la tribuna a leer el poema como «J. Areales», y a pesar de que después la propia Soledad aclaraba que había sido su hermana Carmen Eugenia, también maestra, la reacción se volcó en una nueva campaña de «acoso y derribo». La acusación: se había ausentado de la escuela para ir al mitin de Córdoba.  El Gobernado civil entró en acción y el rector de la Universidad le abrió un expediente por abandono del trabajo con el resultado de dieciocho meses apartada de su escuela y con medio sueldo. Soledad tuvo que vivir de la caridad de sus hermanas y hermanos, mientras se empeñaba en un largo proceso de apelaciones.

 Soledad Areales tuvo una constante muestra de simpatías y de apoyo desde el mundo republicano y librepensador. Por ejemplo, en Córdoba se constituyó en enero de 1900 la sociedad obrera «Amigos del Progreso», que nombraron a Belén Sárraga como presidenta honoraria, y a Soledad Areales como «vicepresidenta honoraria».

    Finalmente, en 1902, tras haber ganado sus múltiples recursos, Soledad siguió siendo la maestra de niñas de Villa del Río, pero como dice su biógrafa, Doña Catalina, se vio envuelta en una maraña burocrática, con continuas pegas para cobrar los atrasos que le debían, y Soledad concursó esos años 1902 y 1903 para salir del pueblo, sin conseguirlo.

    Estando en un estado de desesperación y abatimiento moral, vivió el momento histórico para los republicanos:  la Asamblea del 25 de Marzo de 1903, donde se fundó la Unión Republicana. Ese fue el único momento en que se conocerá un aspecto de su militancia o implicación política. Envió su adhesión a la Asamblea Magna, en unión de otros republicanos de Villa del Río, y ella fue elegida por la Junta Organizadora provincial, a iniciativa de la Junta Nacional, para constituir la Junta Republicana Municipal de Villa del Río.  La noche del 28 de abril de 1904 se constituyó en su casa la Junta Local Republicana, siendo elegido como presidente el veterano luchador Pedro Criado Molleja. 

    Belén Sárraga y Soledad Areales se habían prometido en abril de 1901, viviendo ya Belén en Málaga,  que se intercambiarían una visita, pues su relación era más que cordial, casi de hermanas. Pasaron los años y no se produjo. Pero en marzo de 1905 Belén se bajó del tren en Villa del Río y se fue a visitar a su amiga. Soledad no le permitió que fuera una visita corta, de horas, solo para reencontrarse y saludarse. Tenía que aprovechar la ocasión de tener a belén en el pueblo. De forma exprés, con la ayuda de otros republicanos del pueblo, organizaron un mitin multitudinario aquella misma noche en el Teatro de la Villa. Soledad presidió el acto y presentó a su amiga y correligionaria desde hacía tantos años.  El mitin fue apoteósico e histórico en la pequeña villa cordobesa. Así lo describí la propia Soledad Areales en la crónica que escribió en Las Dominicales el 28 de abril. 

    La alegría desbordante por la visita de Belén y por éxito del mitin organizado pronto se convirtió en un nuevo calvario y una nueva caza de brujas. El acto fue denunciado como anticlerical y la Junta Local de primera enseñanza, con el Cura Párroco a la cabeza, descalificaron públicamente a la «cínicamente impía» maestra, considerando de lo más pernicioso que siguiera su labor como maestra en el pueblo. De nuevo resultó en un expediente que terminó en el Rectorado y con la cesantía de la maestra y la suspensión de empleo y medio sueldo. El alcalde hizo efectivo este fallo el 5 de mayo de 1905, y Soledad Areales dejó de ser por segunda vez la maestra de Villa del Río. Tenía 55 años y con 28 años de servicio en el pueblo.

    Siguieron meses de apelaciones y nuevas apelaciones ante instancias cada vez superiores, hasta que en 1909 el Tribunal Supremo desestimó el recurso de Soledad y quedó apartada de la docencia para siempre. 

    Soledad Areales, Una Andaluza,  dejó de publicar en los medios republicanos y librepensadores, se refugió en Villa del Río ayudado por queridos vecinos del pueblo, y quedó en el olvido para siempre. No se conoce la fecha de su defunción, pero Catalina Sánchez, siendo una niña, descubrió la lápida irreconocible en el que fue antiguo y abandonado cementerio civil de Villa del Río. 

    Las Mujeres tienen su Historia, es indudable, y Soledad Areales debe tener un lugar de honor en dicha historia.  

*****

Fuentes: los semanarios Las Dominicales del Librepensamiento, La Luz del Porvenir y La Conciencia Libre, principalmente.

Bibliografía: «Tras las huellas de Soledad Areales», de Catalina Sánchez García. Ed. Diputación de Córdoba, 2005.  

«Soledad Areales, Una Andaluza», artículo de Manuel Almisas (pdf): 

https://drive.google.com/file/d/1gVm5WCcXSgYpOVIKcb6sRfiOqQNsZ-md/view?usp=sharing


 

 

lunes, 17 de agosto de 2020

MARÍA MARÍN LABRADOR: LIBREPENSADORA Y PRIMERA PERIODISTA DE CÁDIZ

 

 ¿QUE NO CONOCES A MARÍN MARÍN LABRADOR?  ¿QUE NO HAS OÍDO HABLAR DE ELLA?  Es normal.  Era una bruja… (¿Acaso conoces nombres de brujas?)

    O lo que es lo mismo, fue una mujer. Una mujer humilde, trabajadora e independiente que quiso hacerse un sitio en un mundo de hombres. Una mujer valiente que luchó contra las hipocresías y los prejuicios sociales, buscando la igualdad de derechos. Una mujer feminista y republicana en una sociedad fuertemente patriarcal, clerical y monárquica bajo el incipiente reinado de Alfonso XIII de Borbón.
    Es normal que una mujer así haya estado oculta y silenciada; como tantas otras. Si Marx y Engels escribían en 1846 que «las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época», esto mismo puede aplicarse a Historia de las mujeres. Mujeres como María Marín no pertenecían a la clase dominante, capitalista y patriarcal, no reproducían su ideología, y por eso desaparecieron de la historia. Nunca la historia oficial destacó y rescató a mujeres rebeldes como María. Y si eran feministas, anticlericales y republicanas, mucho menos.
    Por eso es normal que no la conozcas. Conocemos los nombres de las santas, literatas o no, pero el de ninguna bruja. Y María Marín, como otras mujeres de su generación (y pienso ahora en Ángeles López de Ayala, Soledad Areales o Belén Sárraga), fueron perseguidas, desprestigiadas, injuriadas, obligadas a abandonar los pueblos y ciudades donde vivían, despedidas de los colegios donde trabajaban, encarceladas,…, en suma, fueron tratadas como brujas modernas, rebeldes que había que neutralizar.
    María denunciaba en mayo de 1906 sobre la persecución a que era sometida por los estamentos clericales de San Fernando, llamándola «criminal» por el solo delito de exponer y escribir sus ideas de progreso en esa «condenada publicación» llamada La Conciencia Libre, «periódico empecatado, órgano de de los demonios del infierno, especie de trompeta del Juicio Final, fundado con la sola intención de reclutar almas para los profundos infiernos y preparar cuerpos para las cárceles y presidios...». Y en su escrito incluía estas frases de una «Reverendísima Madre de cierta orden religiosa» de San Fernando:

La terrible María Marín, secretaria de Lucifer, venida a esta población con el solo propósito de aumentar la vecindad en las calderas de Luzbel, es una criminal en toda regla, y debieran sin más averiguaciones, desterrarla allá, a cualquier isla desierta, donde nadie la escuchase, ni la atendiese más que las fieras que allí habiten...

Fuerte, muy fuerte… En el verano siguiente marchó con su hijo Luis a Sevilla y Málaga, y ella misma escribía que quizá no regresaría a la bella población andaluza. Pero para las fiestas del Carmen volvió, y consciente del ambiente hostil que su presencia había creado entre los estamentos jesuíticos y más conservadores de la ciudad, declaraba:

Los clericales acérrimos están de luto; les doy mi más sentido pésame; aquellos que creyeron que la terrible María Marín no volvía a San Fernando, han sufrido una lamentabílisima equivocación.
                                                                                                                                      
Un coronel retirado le decía:        
                        
«Desengáñense usted, amiga mía, eso de que le haya dado por escribir esas incendiarias crónicas femeninas, pretendiendo con ellas apartar a las mujeres del templo y de las ideas religiosas, por fuerza ha de traer sobre usted grandes  disgustos».

Y el coronel le aconsejaba que por qué no escribía de modas y trapos como otras escritoras…

«Dedíquese a escribir sobre encajes, cintas y demás adornos femeniles, y ya verá como se la disputan las publicaciones de mayor circulación... y ganará  un puñado de pesetas».

Ante estas palabras, María Marín se preguntaba: «¿Cómo hablar yo de modas y vestidos, cuando no son trajes lo que hoy la mayoría de las mujeres necesitan?», y contestaba de forma tajante que  «en la terrible crisis de miseria por la que atravesamos, ¿quién tendría el cinismo de hablar de joyas, sombreros, vestidos y chucherías femeninas, cuando es progreso, es educación intelectual y es pan, ¡pan!, lo que se necesita...?».

***

Quien así se manifestaba era María Marín Labrador, nacida en Cádiz en julio de 1870, aunque tuvo una fuerte relación con la ciudad de San Fernando. Su padre Estanislao era natural de esa localidad, así como sus abuelos paternos y algunos tíos y tías, y María aseguraba que su infancia y su juventud estaban asociados a San Fernando, y que «aunque no naciera aquí, la Isla ha sido para mí algo parecido al escenario donde se ha desarrollado el drama de mi vida entera»,
    De forma documental, está constatado por el Padrón Municipal que María llegará a la ciudad procedente de Cádiz en el verano de 1894, con 24 años de edad, soltera, sin estudios, y sin profesión, viviendo en la calle General Serrano con el periodista Salvador Fernández Terán y su hermana viuda Victoria.                                                             
    Salvador, natural y vecino de Cádiz, se había separado de su mujer en 1890 y trasladado a San Fernando donde vivían desde hacía tiempo un hermano y dos hermanas. Es probable que María y Salvador se conocieran en Cádiz, comenzaran una relación sentimental, y después de que él se marchara a San Fernando, siguieran viéndose un tiempo hasta que en 1894 María decidió irse a vivir con Salvador.
    La relación debía venir de antiguo, al menos de varios meses, porque el caso es que en febrero de 1895, al año siguiente, nacerá un hijo, Luis, al que María le dio sus apellidos por seguir Salvador casado: Luis Marín Labrador.
    Viviendo en San Fernando, María se convertirá en periodista. Al principio escribiendo con el seudónimo femenino «Maruja» en el periódico republicano de su pueblo El 25 de Marzo, y pronto será la corresponsal en San Fernando del periódico republicano Heraldo de Cádiz, órgano del Partido Republicano de la provincia,  con el seudónimo masculino «Mario». Esta circunstancia le sirvió de catapulta y en los meses siguientes inició su duradera colaboración con La Unión, el diario que dirigía Moreno Mendoza, carismático líder obrero y republicano de Jerez de la Frontera.
    En su pueblo, San Fernando, pronto dejó de colaborar con El 25 de Marzo y junto a su pareja Fernández Terán fundarán El Justiciero, donde alternará su seudónimo masculino con su verdadero nombre, «María Marín», empleando éste para artículos dirigidos a la mujer. Así comenzará a escribir sus «Crónicas Femeninas», o «Páginas Femeninas», según los medios en que escribía, siempre con su verdadero nombre.
    En julio de 1905, ya separada de Salvador, se casó con el practicante de la Armada Diego Lamas, con el que no tuvo ningún hijo y cuya relación duraría apenas un año.
    De la prensa gaditana como corresponsal, en diciembre de 1905 dará el gran paso de su carrera como periodista al entrar como colaboradora de la prestigiosa revista librepensadora y feminista de Belén Sárraga, La Conciencia Libre, que en su segunda Época editaría en Málaga.
    Inesperadamente, en ese mismo mes de diciembre de 1905, fallecerá su amigo, antigua pareja sentimental y padre de su hijo Salvador Fernández Terán a consecuencias de la cobarde agresión sufrida por un hijo del cacique de San Fernando. Este suceso, tan silenciado en la localidad por conveniencias sociales, le marcó profundamente, e hizo que poco a poco se fuera relacionando más con los republicanos de Cádiz y terminara marchándose a vivir allí. Fue en ese momento cuando se convertirá en oradora en varios mítines y cuando dirigirá su propia revista El Progreso Femenino, que se editó en Cádiz en enero de 1907, y de la que solo se tienen noticias de su primer ejemplar.
    Poco después, en la primavera de 1907, María Marín, acompañada de su madre y de su hijo Luís, dejará Cádiz para siempre, iniciando un largo periplo que, tras su paso por Sevilla y, sobre todo, por Valencia y Cullera, le llevaría en abril de 1911 a la ciudad de Barcelona, donde desarrollaría una intensa actividad feminista y librepensadora junto a Ángeles López de Ayala y su periódico El Gladiador del Librepensamiento (Segunda época, 1913).
    María Marín no se involucró en la Sociedad Progresiva Femenina, a pesar de su estrecha relación con Ángeles, y formó parte de colectivos como las Damas Humanistas (1918) y el Grupo Anticlerical Librepensador (1922),  no dejando de escribir en numerosos periódicos y semanarios. Sin tener constancia de ello, María Marín debió afiliarse al Partido republicano radical de Lerroux, con quien mantuvo cierta relación. Esta cercanía con los radicales en sus últimos años de militancias se demostraría en su participación durante la Huelga del Pan en Barcelona (1918).  Si su salud lo hubiera permitido, su influencia sobre un sector de las mujeres barcelonesas y catalanas en general hubiera sido mucho mayor, pero los largos periodos de enfermedad con una tuberculosis pulmonar que ya contrajo en Cádiz, fue apagando poco a poco su enorme torrente de vitalidad.
    La última militancia conocida fue poco tiempo antes de fallecer, siendo una de las fundadoras del Ateneo Republicano Femenino (1929) de Barcelona.  El 14 de febrero de 1929 moría en su casa de la calle Conde de Asalto una de las feministas más perseverantes y constantes en sus mensajes en pro de la emancipación femenina, y especialmente de las mujeres trabajadoras: María Marín Labrador.





Fuente: «María Marín Labrador, librepensadora y primera periodista de Cádiz», de Manuel Almisas Albéndiz. Ed. Suroeste, El Puerto (Cádiz)-marzo de 2020.

Entrevista a su autor sobre la figura de María Marín:
http://www.cazarabet.com/conversacon/fichas/fichas1/mariamarinlabrador.htm

Entrevista en Diario de Cádiz:
https://www.diariodecadiz.es/ocio/libro-Manuel-Almisas-Maria-Marin-feminismo_0_1443756264.html


domingo, 16 de agosto de 2020

DOLORES ZEA URBANO, OTRA LIBREPENSADORA ANDALUZA OLVIDADA

 

Dolores Zea Urbano nació en Málaga en 1855, ciudad donde obtuvo el título de maestra superior. Se casó en Colmenar (Málaga) con José Torrubia Rojas, natural de Iznájar (Córdoba), donde vivieron unos años con sus hijos Félix y José. En 1888 la familia se mudó a Fuengirola, ciudad malagueña en la que nació su hija Carmen, y poco después se trasladaron a Málaga, comenzando Dolores su afiliación a la masonería. En 1891 se inició en la Logia Nueva Bética adoptando el nombre simbólico de Esperanza con el cargo de «oradora adjunta». Dos años más tarde ya era «maestra masón» (grado 3) y ocupaba el puesto de «Oradora».

En 1895 la familia se marchó a Barcelona y tuvo que relacionarse con los pujantes círculos femeninos librepensadores que allí encabezaban Amalia Domingo Soler, Belén Sárraga Hernández y Ángeles López de Ayala. Estuvo unos primeros años sin aparecer en la prensa pero en 1898, cuando se convierta en Secretaria de la Sociedad Progresiva Femenina que se había fundado en el mes de mayo y teniendo como presidenta a Ángeles López de Ayala, su vida va a cambiar radicalmente. También comenzó su carrera como «maestra laica» en la escuela para niñas que fundo la Progresiva Femenina. A partir de entonces, la veremos en numerosas ocasiones acompañando a su amiga Ángeles en actos librepensadores y de defensa de la enseñanza laica, y del laicismo en general, incluyendo el subirse a la tribuna y convirtiéndose en conocida oradora.

En Barcelona también siguió afiliada a la masonería, ingresando en 1899 en la Logia Constancia, al igual que su marido José Torrubia, y donde Ángeles López de Ayala ya era Oradora desde unos años antes.

En diciembre de 1899 se convirtió en Administradora de la revista El Progreso, que había reaparecido como «Órgano de la Sociedad Progresiva Femenina, de todas las sociedades femeninas y de las mujeres obreras», y que dirigía su amiga Ángeles López de Ayala.

Sin conocerse los motivos, después de casi ocho años muy intensos compartiendo militancia con Ángeles, en noviembre de 1906 dejó de ser Secretaria de la Sociedad Progresiva Femenina, y también dejó de dirigir su escuela laica. Pocas semanas después, a principios de 1907, Dolores fundará y dirigirá el Colegio libre Flammarión, donde también impartirá clase su esposo y más adelante su hijo José y su hija Carmen.

A partir de entonces se volcó en la Agrupación Librepensadora de los barrios de Gracia y San Gervasio, a la que pertenecía desde su fundación en 1904, y convirtiéndose en una de sus dirigentes. A partir de su salida de la Progresiva, a Dolores se la mencionará como «la dirigente del grupo de mujeres» de la Agrupación de Librepensadores, interviniendo en la manifestación feminista del 10 de julio de 1910 en Barcelona y en el Congreso Librepensador de Barcelona del otoño de dicho año.

Ella y toda su familia asistió de forma activa a los funerales de la librepensadora feminista y espiritista Amalia Domingo Soler, en abril de 1909, de quien se consideraba una «gran amiga». Dolores y su hija Carmen participaron en veladas literarias espiritistas en los siguientes aniversarios de la muerte de Amalia Domingo.

Dolores Zea siempre sintió fervor por las ideas republicanas, pero al contrario que sus amigas y correligionarias como Ángeles López de Ayala, nunca militó ni simpatizó con el partido radical de Lerroux, abrazando más bien las ideas socialistas, al igual que su hijo José. Desde 1910 se consideró una «republicana socialista», y en las fiestas que organizaban las sociedades donde se integró se cantaba tanto La Marsellesa como La Internacional.

Antes de que acabara la década se reconcilió con Ángeles López de Ayala, ella y su hijo publicaron algunas colaboraciones en el nuevo semanario de Ángeles El Gladiador del Librepensamiento y firmó un comunicado sufragista de Liga Española para el Progreso de la Mujer (Valencia, 1918) junto a una docena de mujeres de la Progresiva Femenina como si hubiera vuelta a formar parte de dicho colectivo.

Esta reconciliación con su amiga se confirmó dolorosamente en 1926 con su asistencia y la de su hija Carmen a los funerales de Ángeles López de Ayala en el cementerio civil de Barcelona. También parece que sus correligionarias quisieron sellar esa renacida amistad otorgándole la Presidencia honoraria de la Asociación librepensadora y benéfica «Ángeles López de Ayala» que habían fundado a los pocos días de su defunción.

Puede parecer una casualidad, pero un año después, en 1927, una Dolores Zea de 72 años también abandonó la Barcelona republicana, feminista y librepensadora de finales de siglo y principios del XX, que con tanto empeño ayudó a levantar junto a otras grandes figuras históricas femeninas que tuvieron la suerte de alcanzar más resonancia que ella.

Se marchó a la cercana villa de El Masnou con su hijo José Torrubia Zea y su familia, y al acabar la guerra en Barcelona a finales de 1938 se fue a vivir a Canet de Mar (Barcelona) donde acabó sus días en septiembre de 1941, a la edad de 91 años.


Fuente: "Dolores Zea y otras mujeres en los márgenes del librepensamiento», de Manuel Almisas Albéndiz. Editorial Soroeste, El Puerto (Cádiz), septiembre de 2020.

lunes, 30 de septiembre de 2019

CAROLINA JONES (CHISHOLM)



Caroline Jones, más conocida por su nombre de casada, Caroline Chisholm, nació el 30 de mayo de 1808 en Northampton, Inglaterra, falleciendo en 1877 en Londres, después de una vida dedicada por completo a los demás, y sobre todo a las niñas y mujeres más desfavorecidas. Este inmenso trabajo humanitario le fue reconocido en su país, y además en la Iglesia de Inglaterra, Caroline se encuentra en el Santoral Laico, donde todos los 16 de Mayo se recuerda a «Caroline Chisholm».
Con 22 años se casó con Archibald Chisholm, capitán del ejército destinado en la India. Al año y medio de que su marido regresara a su regimiento en Madrás, Caroline decidió embarcarse y se fue a vivir con él. Ya allí, en 1834, Caroline fundaría en el acuartelamiento una Escuela Industrial para chicas jóvenes, al ver la falta de instrucción y de posibilidades que tenían, expuestas a las continuas molestias de los soldados solteros. En la escuela, no solo se le enseñaba a leer y a escribir, sino que las materias prácticas, sobre todo la enfermería, eran las más importantes, para que las mujeres alcanzaran una autonomía laboral.
Cuatro años más tarde, le concedieron a su marido un permiso de dos años por motivos de salud, y la familia, en vez de volver a Inglaterra, se instalaron en Australia pensando que su clima sería más recomendable para él. Allí se desplegará el inmenso trabajo humanitario de Caroline.
La familia se estableció en la ciudad de Windsor, cercana a la capital, y en sus viajes a Sidney, Caroline y su esposo pronto se dieron cuenta de las difíciles condiciones que soportaban los inmigrantes que llegaban a la colonia. Pero particularmente sufrieron al ver a las mujeres jóvenes que llegaban sin dinero, amigos, familiares o trabajos a los que acudir, y muchas terminaron recurriendo a la prostitución para llegar a fin de mes. Caroline Jones acudía a cada barco de inmigrantes que llegaba al puerto de Sidney y se convirtió en una figura familiar en los muelles. Encontró familias que quisieran alojar a niñas inmigrantes y albergó a muchas de ellas en su casa.
El capitán Chisholm regresó a su regimiento en 1840, pero alentó a su esposa para que continuara con su valioso trabajo humanitario. Al principio, Caroline estableció un hogar en Sidney para mujeres jóvenes, llegando a albergar a 96 mujeres, la mayoría jovencitas y organizó otros similares en varias localidades rurales. La casa pronto se amplió para ayudar a familias completas y a hombres jóvenes.
También se preocupó de proporcionar empleo a numerosos inmigrantes, para lo cual ideó buscarle empleo en el interior de Australia. Para ello viajaba incansable sobre su caballo blanco, llamado «Capitán», visitando haciendas y explotaciones agrícolas donde consiguió los asentamientos de cientos de trabajadores. Posteriormente, en 1842, alquiló dos viviendas adosadas y las convirtió en una sola casa de campo que sirvió como albergue para inmigrantes sin techo que viajaban a la región en busca de trabajo.
Durante los siete años que Caroline estuvo en Australia, alojó a más de 11.000 personas en hogares y les facilitó un empleo, convirtiéndose en una de las mujeres más conocida y admirada. Esta labor que realizó lo hizo siempre sin aceptar dinero de individuos u organizaciones individuales, ya que quería actuar de manera independiente y no quería depender de ninguna institución religiosa o política. Las niñas y las familias a las que Caroline ayudó provenían de diferentes orígenes étnicos y sociales, y eran de diferentes creencias religiosas.
Caroline Jones, toda una santa laica.


Fuente:

«Carolina Jones», de Amalia Carvia, en El Pueblo (Valencia) de 11 de marzo de 1934. Recopilado en «Desde las Cumbres», Editorial Suroeste, El Puerto (Cádiz) 2019.

«Chisholm, Caroline (1808–1877)», de Judith Iltis, en «Australian Dictionary of Biography», Volumen 1, 1966.


miércoles, 1 de mayo de 2019

ANA C. BERNAL, LA GRAN DESCONOCIDA EN LA HISTORIA DEL FEMINISMO HISPANO.



Ana Carvia Bernal. Fuente: revista Rendención (Valencia), diciembre de 1919.


Ana Carvia Bernal (Cádiz, 12 de marzo de 1865-Valencia, 26 de noviembre de 1941), quien firmó mucho tiempo como «Ana C. Bernal» en honor a su madre, fue una maestra laica y una indiscutible pionera del feminismo y el sufragismo, reconocida internacionalmente, principalmente en Latinoamérica. Después de terminar el Bachillerato con nota de Sobresaliente y comenzar el Curso Preparatorio en la Facultad de de Medicina de Cádiz, Ana comenzó su actividad librepensadora en el Círculo «Guillén Martínez» en 1887, junto a su hermana Amalia, y con ella ingresó ese mismo año en la Logia masónica «Regeneración». Con el nombre simbólico de «Verdad», fue Secretaria adjunta en la Logia durante más de diez años, cargo que también ostentó en la única logia femenina que existió en Cádiz entre 1895 y 1898, «Las Hijas de la Regeneración», de la que su hermana Amalia fue Venerable Maestra. En 1896 conoció a Belén Sárraga y con ella marchó a Valencia para hacerse cargo de la secretaría de la Asociación General Femenina. Ya viviendo en la ciudad del Turia y ejerciendo de maestra laica junto a su amiga Ángeles Guiñón Romero, formará parte del grupo de pioneras valencianas del feminismo y el sufragismo en España, siendo fundadora y directora de la «Revista mensual feminista» Redención, que vio la luz en septiembre de 1915. Posteriormente, fue impulsora y presidenta de la Liga Española para el Progreso de la Mujer de 1918 a 1922, y elegida vicepresidenta del Consejo Supremo Feminista de España que ella misma fomentó en 1919. Ya durante la Segunda República, y una vez terminada su etapa sufragista, permaneció en el anonimato y solo de forma algo tardía ingresó y se implicó en la Agrupación Femenina Republicana de su Distrito de la Misericordia.


Basado en el libro: «¡Paso a la mujer! Biografía de Amalia Carvia», de Manuel Almisas Albéndiz. Ediciones Suroeste, El Puerto de Santa María (Cádiz), marzo de 2019.

ANTONIA FERNÁNDEZ SERVÁN, ANTIFASCISTA, COMUNISTA Y PRIMERA TENIENTE DE ALCALDE DE LA CÓRDOBA (1936)

  Imagen : A la izquierda, primera plana de La Voz (diario republicano de C órdoba) del 25 de marzo de 1936: «Constitución del Ayuntamiento...