sábado, 13 de enero de 2018

SOFÍA BLASCO, LA "SANTA LAICA", LA "MADRECITA"...


Sofía Blasco y su hijo Jaime - Frente de Somosierra (Madrid) en el verano de 1936. Fuente: «Pueblo de España. Diario de guerra de la Madrecita. Sofía Blasco. París, 1938».


CONOCÍ A SOFÍA BLASCO, LA «SANTA LAICA»,
EN EL FRENTE DE SOMOSIERRA...

 
El 12 de noviembre de 1936 el periódico malagueño Julio publicó un amplio reportaje sobre el frente de Somosierra (Madrid). Llevaba por título «Nuevas siluetas» y en realidad se trataba de uno de los artículos que el escritor y periodista Eduardo Zamacois1 acababa de recopilar en el libro «De la batalla, crónicas guerreras», editado ese mismo mes por la Federación Gráfica Española en Madrid. En dicha entrega, después de narrar sus vivencias con distintos mandos y oficiales de las milicias populares, se detuvo especialmente en una mujer singular. La noticia no me dejó indiferente y espero que la figura de Sofía permanezca también por siempre en vuestros corazones...

«...Va muy vencida la tarde cuando nos trasladamos a La Cabrera, en la sierra norte de Madrid, con el deseo de abrazar a Sofía Blasco, digna hija de aquel maestro de la crónica -tan admirable por su flexible talento como por su señorial figura- que se llamó Eugenio Blasco.
A Sofia -que oculta su personalidad de escritora bajo el seudónimo de “Libertad Castilla”- la encontramos metida en una especie de poncho marroquí de color pardo, desnuda de pie y pierna y con visillo de tul blanco prendido en los cabellos a modo de turbante. Alta, robusta, ojinegra...
Sofía Blasco, activa, inteligente y poseída de una inextinguible piedad hacia los que sufren, dispone de un camión -del que ha hecho “la razón” de su vida- con el cual sale todas las mañanas a avituallar a los bizarros fusileros de las “avanzadillas”.
Cuando se trata de hacer el bien, esta mujer sin par no conoce el cansancio ni el miedo. Sofía ha matado su egoísmo, ha matado su “yo” para mejor arder en las vivas llamas de la caridad. Es una santa laica, y si le recordamos su desinterés, sus abnegaciones, sus sacrificios constantes en pro de los demás, responde encogiéndose de hombros:
- Estoy purificándome…
Los soldados la llaman “la Madrecita”, y siempre que necesitan algo, a ella recurren. A diario, no bien asoman los primeros destellos de la aurora, Sofía Blasco se planta en la línea de fuego. La gente inmediatamente corre a recibirla y ella para todos tiene un donaire o una frase amistosa. Como si fuese omnipotente, les pregunta:
-¿Queréis algo?
Uno responde:
- “Madrecita”, mira, no tengo alpargatas.
- No llores. Yo te buscaré unas que te estén bien. ¿Qué más necesitas?
- Nada más.
Otro dice:
- “Madrecita”, desde ayer no fumo.
- Te traeré tabaco, calla. Veremos de dónde lo saco.
Y otros:
- “Madrecita”, procúrame una manta. Anoche aquí tuvimos mucho frío.
- “Madrecita”, me aburro, necesito libros…
- “Madrecita”, mira cómo tengo este pie. Me clavé una espina y no puedo andar. Dame algo que me cure.
“La Madrecita” sonríe, satisfecha de ser tan necesaria.
- Bueno -murmura-, enterada. No os impacientéis. Ya se arreglará todo.
Y a la mañana siguiente reaparece en su camión, trayendo cuanto ofreció, medicinas, alpargatas, tabaco, mantas, libros…».

Hasta ahora Sofía Blasco había sido una gran desconocida y creo que no se ha puesto mucho empeño en investigar y escribir una biografía completa y ajustada a su elevada talla humana y artística. Este es el modesto objetivo del presente trabajo para el cual he recopilado alguna información más sobre su vida -y no solo en el frente de combate-, con el fin de hacer más visible y reluciente a esta mujer para quien todos los hombres y mujeres de las milicias populares antifascistas eran «sus hijos». 
 
1Eduardo Zamacois y Quintana (Cuba, 1873-Buenos Aires, 1971). Prolífico escritor de la generación del 98, pronto abrazó las ideas republicanas, abordando en sus obras temáticas comprometidas y sociales. A partir del 18 de julio de 1936, con 62 años edad, se alistó como miliciano en el Batallón de Artes Gráficas donde actuó como corresponsal de guerra. Después estuvo en los frentes de Extremadura, Toledo y Aragón. Fruto de esa vívida experiencia escribió en 1938 su novela El asedio de Madrid (Barcelona, Ediciones Mi Revista). Ante la inminente toma de Barcelona en 1939 se exilió en Francia, y tras pasar por México y EEUU se afincó en Argentina donde falleció.

(...)

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