Sofía
Blasco y su hijo Jaime - Frente de Somosierra (Madrid) en el verano
de 1936. Fuente: «Pueblo
de España. Diario de guerra de la Madrecita. Sofía Blasco. París, 1938».
CONOCÍ
A SOFÍA BLASCO, LA «SANTA LAICA»,
EN
EL FRENTE DE SOMOSIERRA...
El
12 de noviembre de 1936 el periódico malagueño Julio
publicó un amplio reportaje sobre el frente de Somosierra (Madrid).
Llevaba por título «Nuevas
siluetas»
y en realidad se trataba de uno de los artículos que el escritor y
periodista Eduardo Zamacois1
acababa de recopilar en el libro «De
la batalla, crónicas guerreras»,
editado ese mismo mes por la Federación Gráfica Española en
Madrid. En dicha entrega, después de narrar sus vivencias con
distintos mandos y oficiales de las milicias populares, se detuvo
especialmente en una mujer singular. La noticia no me dejó
indiferente y espero que la figura de Sofía permanezca también por
siempre en vuestros corazones...
«...Va
muy vencida la tarde cuando nos trasladamos a La Cabrera, en la
sierra norte de Madrid, con el deseo de abrazar a Sofía
Blasco, digna
hija de aquel maestro de la crónica -tan admirable por su flexible
talento como por su señorial figura- que se llamó Eugenio Blasco.
A Sofia -que oculta su
personalidad de escritora bajo el seudónimo de “Libertad
Castilla”- la
encontramos metida en una especie de poncho marroquí de color pardo,
desnuda de pie y pierna y con visillo de tul blanco prendido en los
cabellos a modo de turbante. Alta, robusta, ojinegra...
Sofía Blasco, activa,
inteligente y poseída de una inextinguible piedad hacia los que
sufren, dispone de un camión -del que ha hecho “la razón” de su
vida- con el cual sale todas las mañanas a avituallar a los bizarros
fusileros de las “avanzadillas”.
Cuando se trata de hacer el
bien, esta mujer sin par no conoce el cansancio ni el miedo. Sofía
ha matado su egoísmo, ha matado su “yo” para mejor arder en las
vivas llamas de la caridad. Es una santa laica, y si le recordamos su
desinterés, sus abnegaciones, sus sacrificios constantes en pro de
los demás, responde encogiéndose de hombros:
- Estoy purificándome…
Los soldados la llaman “la
Madrecita”, y
siempre que necesitan algo, a ella recurren. A diario, no bien asoman
los primeros destellos de la aurora, Sofía Blasco se planta en la
línea de fuego. La gente inmediatamente corre a recibirla y ella
para todos tiene un donaire o una frase amistosa. Como si fuese
omnipotente, les pregunta:
-¿Queréis algo?
Uno responde:
- “Madrecita”, mira, no
tengo alpargatas.
- No llores. Yo te buscaré
unas que te estén bien. ¿Qué más necesitas?
- Nada más.
Otro dice:
- “Madrecita”, desde ayer
no fumo.
- Te traeré tabaco, calla.
Veremos de dónde lo saco.
Y otros:
- “Madrecita”, procúrame
una manta. Anoche aquí tuvimos mucho frío.
- “Madrecita”, me aburro,
necesito libros…
- “Madrecita”, mira cómo
tengo este pie. Me clavé una espina y no puedo andar. Dame algo que
me cure.
“La Madrecita” sonríe,
satisfecha de ser tan necesaria.
- Bueno -murmura-, enterada.
No os impacientéis. Ya se arreglará todo.
Y a la mañana siguiente
reaparece en su camión, trayendo cuanto ofreció, medicinas,
alpargatas, tabaco, mantas, libros…».
Hasta ahora Sofía Blasco había sido
una gran desconocida y creo que no se ha puesto mucho empeño en
investigar y escribir una biografía completa y ajustada a su elevada
talla humana y artística. Este es el modesto objetivo del presente
trabajo para el cual he recopilado alguna información más sobre su
vida -y no solo en el frente de combate-, con el fin de hacer más
visible y reluciente a esta mujer para quien todos los hombres y
mujeres de las milicias populares antifascistas eran «sus
hijos».
1Eduardo
Zamacois y Quintana (Cuba, 1873-Buenos Aires, 1971). Prolífico
escritor de la generación del 98, pronto abrazó las ideas
republicanas, abordando en sus obras temáticas comprometidas y
sociales. A partir del 18 de julio de 1936, con 62 años edad, se
alistó como miliciano en el Batallón de Artes Gráficas donde
actuó como corresponsal de guerra. Después estuvo en los frentes
de Extremadura, Toledo y Aragón. Fruto de esa vívida experiencia
escribió en 1938 su novela El asedio de Madrid (Barcelona,
Ediciones Mi Revista). Ante la inminente toma de Barcelona en 1939
se exilió en Francia, y tras pasar por México y EEUU se afincó en
Argentina donde falleció.
(...)
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