Fuente: Vida Nueva (Málaga) del 31 de octubre de 1936
«En
Gibraltar convalece una de las muchísimas víctimas de los
rebeldes»
Cuenta
el reportero en esta noticia que Francisca Ruíz Mañiz, de 60 años de edad, sufrió los rigores
de la barbarie fascista por el solo hecho de que tres de sus hijos
habían estado afiliados al Sindicato de Albañiles de la CNT. Esta
es su historia:
Francisca,
vecina de La Línea, quiso pasar a Gibraltar para entregarle a uno de
sus hijos, allí refugiado desde el 19 de julio, unos pantalones que
necesitaba. Al ir a entrar a Gibraltar fue registrada por una matrona
del servicio fronterizo, a quien llaman «la Barbera» y al encontrarle unos pantalones de
hombre la denunció a los falangistas de la frontera. Éstos
fueron a avisar a su jefe al que llaman «El gordo de las Pananas» y
dio orden de que la llevaran al Círculo en La Línea.
Al llegar la obligaron a
tomarse un vaso de aceite de ricino con gasolina, diciéndole que si
no se lo bebía rápido le darían otro igual. A pesar de los
llantos, las súplicas, y las protestas de inocencia de la anciana,
los falangistas se salieron con la suya. Acto seguido la siguieron
por la calle mofándose de ella y escarneciéndola. Francisca pudo
llegar, no sabe ni cómo, a Gibraltar y allí su hijo al ver el
estado en que se encontraba la internó en el Hospital de la colonia británica.
Un médico inglés la atendió con un interés extraordinario, lleno
de piedad hacia ella e inflamado de indignación hacia los asesinos
falangistas.
Francisca se salvó de la muerte pero sufrió las
consecuencias de la barbarie fascista y en ese momento seguía en estado grave
y hospitalizada en Gibraltar.
¡¡ASESINOS, CRIMINALES!!
(Extraído del libro en prensa de Manuel Almisas Albéndiz «El papel de la mujer en la prensa republicana malagueña, julio 1936-febrero de 1937» (Editorial El Boletín).
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