viernes, 26 de enero de 2018

Republicana Ana París, el horror fascista hasta el final...

Ana París, 1932. Fuente: Olivia Carballar en http://maspublico.org/asi-asesinaron-a-ana-paris-2/



El 5 de febrero de 1938, hace casi 80 años, ejecutaron por garrote vil a una mujer en la Prisión Provincial de Sevilla. No se conoce el caso de ninguna otra mujer estrangulada de esa forma en Andalucía. ¿El motivo? Ser una republicana y militante sindical que se opuso a los facciosos en las primeras horas de la sublevación de los generales fascistas del 18 de julio de 1936. ¿Su nombre? ANA PARÍS GARCÍA.

        Ana París García vivía en la calle Pérez Galdós de La Roda de Andalucía (Sevilla), importante nudo ferroviario próximo a Bobadilla (Málaga). Estaba casada con Juan Aniceto Díaz, tenía 38 años, una hija de cuatro años (Manoli) y un hijo de uno (Rafael). En tiempos del Frente Popular, fue Presidenta de la sección femenina de la UGT en la Casa del Pueblo. Ese fue su «delito». También que hiciera trabajo de proselitismo entre las mujeres del pueblo para afiliarlas, y que el 20 de julio del 36 animara a los hombres para que lucharan por la República y que «si no tenían armas que cogieran hoces, entregando ella misma varias de ellas», según le acusaron.
        En La Roda, después de algunas escaramuzas y momentos de indecisión, no triunfaron los golpistas de Queipo de Llano y desde el 21 de julio, tras la llegada de una columna de milicianos de Málaga, se instauró definitivamente el régimen republicano.
      Pero desde la ocupación del pueblo por la Columna del comandante Castejón el 29 de julio, la detención de Ana fue prioritario para los fascistas haciendo continuas averiguaciones sobre su paradero. La realidad es que Ana había rechazado la propuesta del comité republicano de La Roda de huir en tren a Málaga, pero ella sola y prefirió coger una bestia y ponerse en marcha con la familia. Después de una peregrinación por varios pueblos de los alrededores (Bobadilla, Antequera, Humilladero y Colonia de Santa Ana), fue denunciada en este último poblado y entregado a los falangistas, que la llevaron a La Roda y fue encarcelada hasta su posterior traslado a Sevilla. Previamente, en Antequera, después de un duro bombardeo franquista, su marido huyó solo y dejó a Ana y los niños alojados en la Casa del Pueblo para que volvieran al pueblo. A mediados de agosto de 1936 sería... No se imaginaba lo que iba a pasar después...
      La saña fue inimaginable. ¡Y era una mujer! Se le acusó, como a todos los republicanos que detuvieron, de participar en las muertes y ejecuciones de aquellos días de gobierno republicano. Y también del hecho de que en su casa se alojara «la sujeta» que había dado muerte al general retirado Ciriaco Iriarte.
Su suerte estaba echada. Trasladada a Sevilla y condenada a muerte en 1937, la ejecución tuvo lugar a primeros de 1938. A Ana nunca se le pasó por la cabeza que su muerte sería por garrote vil. El fusilamiento sólo sería un momento: un disparo y ya está. Un segundo con el que se pondría fin a la tortura. Ese era su único consuelo.
      Pero, poco después «y cuando parecía que Ana encontraba fuerzas, entraron funcionarios de la prisión para decirle que sería ahorcada y que una celadora tenía que pelarla antes. En ese momento, Ana se hundió completamente... El haber pensado que iba a ser fusilada y, de pronto, de forma brusca, conocer que sería ahorcada, fue superior a su capacidad de resistencia. Finalmente, se levantó, y cuando se la llevaban para pelarla y ejecutarla, se volvió hacia Dulce del Moral, su compañera de celda, y, quitándose unas horquillas del pelo, le dijo que se las diera a su marido cuando llegara a verlo, y le dijera que era lo único que podía darle...», cuenta el historiador José María García Márquez.
     Y lo más grotesco y dantesco, si cabe, ocurrió en el momento de su ejecución: “Se había ordenado a la celadora del departamento de reclusas que en la tarde anterior cortaran los cabellos a la mujer que había de ser ejecutada en la mañana siguiente, procurando dejar el cuello completamente despejado y libre de todo pelo. Como quiera que dicho corte no se realizó en la forma ordenada y debida, al colocar el verdugo el corbatín en el cuello de la condenada y manipular el torniquete, se enredó éste en los cabellos impidiendo la muerte fulminante como debía ser en funcionamiento normal, obligando al ejecutor a volver a colocar mejor el aparato, levantando bien los cabellos que estorbaban y consumándose así la ejecución, tras los naturales momentos de angustia de la víctima y del nerviosismo de los asistentes”, detalla José María García Márquez.

¡NI OLVIDO NI PERDÓN!

VERDAD, JUSTICIA Y REPARACIÓN


Para saber más:
 
http://www.foroporlamemoria.info/2012/05/asi-asesinaron-a-ana-paris/, donde se reproduce el artículo de Olivia Carballar en maspublico.org

Capítulo «Sentencia ejemplar o venganza? El proceso de Ana París Garcia» de Joaquin Octavio Prieto Pérez en el libro «La Historia, lost in translation?: Actas del XIII Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea», de Damián A. González, Manuel Ortiz Heras y Juan Sisinio Pérez Garzón. Editorial de la Universidad de Castilla La Mancha. Cuenca, 2017.


(Extraído del libro en prensa de Manuel Almisas Albéndiz «El papel de la mujer en la prensa republicana malagueña, julio 1936-febrero de 1937» (Editorial El Boletín).



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