Ana París, 1932. Fuente: Olivia Carballar en http://maspublico.org/asi-asesinaron-a-ana-paris-2/ |
El 5
de febrero de 1938, hace casi 80 años, ejecutaron por garrote vil a
una mujer en la Prisión Provincial de Sevilla. No se conoce el caso
de ninguna otra mujer estrangulada de esa forma en Andalucía. ¿El
motivo? Ser una republicana y militante sindical que se opuso a los
facciosos en las primeras horas de la sublevación de los generales
fascistas del 18 de julio de 1936. ¿Su nombre? ANA PARÍS GARCÍA.
Ana
París García vivía en la calle Pérez Galdós de La Roda de
Andalucía (Sevilla), importante nudo ferroviario próximo a
Bobadilla (Málaga). Estaba casada con Juan Aniceto Díaz, tenía 38
años, una hija de cuatro años (Manoli) y un hijo de uno (Rafael).
En tiempos del Frente Popular, fue Presidenta de la sección
femenina de la UGT en la Casa del Pueblo. Ese fue su «delito».
También que hiciera trabajo de proselitismo entre las mujeres del
pueblo para afiliarlas, y que el 20 de julio del 36 animara a los
hombres para que lucharan por la República y que «si no tenían
armas que cogieran hoces, entregando ella misma varias de ellas»,
según le acusaron.
En
La Roda, después de algunas escaramuzas y momentos de indecisión,
no triunfaron los golpistas de Queipo de Llano y desde el 21 de
julio, tras la llegada de una columna de milicianos de Málaga,
se instauró definitivamente el régimen republicano.
Pero
desde la ocupación del pueblo por la Columna del comandante Castejón
el 29 de julio, la detención de Ana fue prioritario para los
fascistas haciendo continuas averiguaciones sobre su paradero. La
realidad es que Ana había rechazado la propuesta del comité
republicano de La Roda de huir en tren a Málaga, pero ella sola y
prefirió coger una bestia y ponerse en marcha con la familia.
Después de una peregrinación por varios pueblos de los alrededores
(Bobadilla, Antequera, Humilladero y Colonia de Santa Ana), fue
denunciada en este último poblado y entregado a los falangistas, que
la llevaron a La Roda y fue encarcelada hasta su posterior traslado a
Sevilla. Previamente, en Antequera, después de un duro bombardeo
franquista, su marido huyó solo y dejó a Ana y los niños alojados
en la Casa del Pueblo para que volvieran al pueblo. A mediados de
agosto de 1936 sería... No se imaginaba lo que iba a pasar
después...
La
saña fue inimaginable. ¡Y era una mujer! Se le acusó, como
a todos los republicanos que detuvieron, de participar en las muertes
y ejecuciones de aquellos días de gobierno republicano. Y también
del hecho de que en su casa se alojara «la sujeta» que había dado
muerte al general retirado Ciriaco Iriarte.
Su
suerte estaba echada. Trasladada a Sevilla y condenada a muerte en
1937, la ejecución tuvo lugar a primeros de 1938. A Ana nunca se le
pasó por la cabeza que su muerte sería por garrote vil. El
fusilamiento sólo sería un momento: un disparo y ya está. Un
segundo con el que se pondría fin a la tortura. Ese era su único
consuelo.
Pero,
poco después «y cuando parecía que Ana encontraba fuerzas,
entraron funcionarios de la prisión para decirle que sería ahorcada
y que una celadora tenía que pelarla antes. En ese momento, Ana se
hundió completamente... El haber pensado que iba a ser fusilada y,
de pronto, de forma brusca, conocer que sería ahorcada, fue superior
a su capacidad de resistencia. Finalmente, se levantó, y cuando se
la llevaban para pelarla y ejecutarla, se volvió hacia Dulce del
Moral, su compañera de celda, y, quitándose unas horquillas del
pelo, le dijo que se las diera a su marido cuando llegara a verlo, y
le dijera que era lo único que podía darle...», cuenta el
historiador José María García Márquez.
Y
lo más grotesco y dantesco, si cabe, ocurrió en el momento de su
ejecución: “Se había ordenado a la celadora del departamento
de reclusas que en la tarde anterior cortaran los cabellos a la mujer
que había de ser ejecutada en la mañana siguiente, procurando dejar
el cuello completamente despejado y libre de todo pelo. Como quiera
que dicho corte no se realizó en la forma ordenada y debida, al
colocar el verdugo el corbatín en el cuello de la condenada y
manipular el torniquete, se enredó éste en los cabellos impidiendo
la muerte fulminante como debía ser en funcionamiento normal,
obligando al ejecutor a volver a colocar mejor el aparato, levantando
bien los cabellos que estorbaban y consumándose así la ejecución,
tras los naturales momentos de angustia de la víctima y del
nerviosismo de los asistentes”, detalla José María García
Márquez.
¡NI OLVIDO NI PERDÓN!
VERDAD, JUSTICIA Y REPARACIÓN
Para saber más:
http://www.foroporlamemoria.info/2012/05/asi-asesinaron-a-ana-paris/, donde se reproduce el artículo de Olivia
Carballar en maspublico.org
Capítulo «Sentencia
ejemplar o venganza? El proceso de Ana París Garcia» de Joaquin
Octavio Prieto Pérez en el libro «La
Historia, lost in translation?: Actas del XIII Congreso de la
Asociación de Historia Contemporánea», de Damián A. González, Manuel Ortiz Heras y Juan Sisinio Pérez
Garzón. Editorial de la Universidad de
Castilla La Mancha. Cuenca, 2017.
(Extraído del libro en prensa de Manuel Almisas Albéndiz «El papel de la mujer en la prensa republicana malagueña, julio 1936-febrero de 1937» (Editorial El Boletín).
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